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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
El
sí de las niñas
Francisco
Cuberos García
Desde
hace ya bastantes años, andan zascandileando por las aulas de nuestra escuela pública
–supongo que también por la concertada y la privada- los miembros de una
autodenominada Fundación Institucional Española (FIES) cuyo principal cometido
es el de promover la figura del monarca, don Juan Carlos de Borbón, y por
extensión la institución que representa. A tal finalidad -claramente
tendenciosa ideológicamente hablando: hacer monárquicos como churros-
aprovechan la natural (¿?) inclinación de los niños por la magia y las fantasías
de todo tipo para proponerles que participen en un concurso “chiripitifláutico
y supercalifragilísticoespialidoso”, que consiste en una redacción, un
dibujo o un cómic sobre el tema “¿Qué es un rey para ti?”.
Ya
sé, me dirán: “Es que les propones la alternativa, `¿Qué es un presidente
de la República para ti?´, y los niños alucinarían en colores”. Es cierto,
nada mejor que ofrecerles, dado que las monarquías pertenecen –surgieron en-
a los estadios
infantiles
de la historia de la humanidad, un asunto propio para memos (¿lo son?¿no estaremos subestimando su capacidad para
comprender los intríngulis
de la vida en este mundo?). De todos modos, habrán de reconocerme que resulta
cuando menos curioso –por no decir sospechoso- que a los comandos monárquicos
de la FIES no se les ocurra sugerir el mismo tema a los alumnos de la ESO o el
Bachillerato. ¿Qué valoraríamos aquí, a la hora de dar el premio, aparte de
la presentación formal, la documentación bibliográfica consultada, el cuidado
en las construcciones gramaticales y el bagaje semántico?... Estaría muy feo
marginar a un adolescente de un concurso bobo, en un estado democrático –se
dice-, por hacer profesión
de fe
republicana. ¿No?.
Y
es que no es fácil evitar que, a ciertas edades, el pensamiento lógico,
racional, científico, se vaya despertando y ante ciertas noticias que aparecen
en los medios de comunicación, nuestros adolescentes –y otros menos
adolescentes- con unas dotes más desarrolladas ya para el raciocinio y la
formación de criterios propios, aún así –o precisamente por ello-, no sigan
alucinando.
Ya
hará meses –es
un poner-
me desayunaba con un acontecimiento económico muy positivo para mi tierra de
acogida, Murcia. Se relataba en el periódico que unos conocidos astilleros de
la zona tenían mucho trabajo y que, concretamente, uno de los encargos estrella
consistía en un barco de regatas para el ejército (¡!), y precisaba: específicamente
para que el príncipe Felipe se aplique a una de sus aficiones favoritas. Cuando
62 conciudadanos, militares, tras dar lo mejor de sí en una zona en conflicto,
cumpliendo con su deber, mueren incomprensiblemente por las nefastas medidas de
seguridad en cierto tipo de aviones subcontratados para su transporte, no diré
yo que las aficiones del príncipe sean la causa de su muerte -por que a todas
luces no es cierto- pero al menos podré pensar que el dinero del ejército se
gasta alegremente.
Otro
poner,
éste más reciente. Bajo un absoluto secreto –tan absoluto que ya lo publican
varios medios de la prensa escrita- se nos cuenta que, ante los expresados
deseos de la pareja principesca por viajar más a menudo a la tierra natal de doña
Letizia (¡Totus tuus!¡Totus tuus!) y pasar más temporaditas de asueto y solaz
en ella, tanto las autoridades autonómicas del Principado como los alcaldes de
las zonas turísticas de esa bella tierra española andan ya promoviendo las
gestiones encaminadas a proporcionarles –en propiedad- uno de los no menos
bellos palacios solariegos que plantan sus reales centenarios por aquellos verdísimos
prados.
Como
se temen que facilitarles –para su uso y disfrute- uno de los palacios que
forman parte del Patrimonio Nacional del Estado, podría ser objeto de críticas
por parte de una ciudadanía indignada –de unos ciudadanos que se las ven y se
las desean para hacerse con una vivienda digna y baratita, o para que el Estado
les favorezca legislativamente o por otras vías las condiciones para que se
hagan con ella-, han decidido que lo mejor es proponer la idea a los múltiples
y variados empresarios de la zona (entre los que imagino, habrá banqueros y
constructores, precisamente los que se están haciendo de oro con el problema de
la vivienda) para que tras la constitución de la preceptiva fundación no
lucrativa (¡ja!), a
pachas
–como hicieron en Mallorca con su augusto padre y suegro en el caso “nuevo
yate Fortuna”- le compren a los recién casados un palacio de los de propiedad
privada, para su propiedad privada (valga
la redundancia y la
rebuznancia de
autoridades y empresarios).
Después
de ver cómo cavilan nuestras autoridades,
a uno no le queda más remedio que preguntarse: ¿qué diferencia habrá entre
matar un pollo de un tajo, que matarlo de quince cuando ya al primero resultó
fiambre? Si coló una vez -se dirán-...
Tercer
poner.
Para final de legislatura nos propondrán una enjundiosa reforma constitucional
que pretende “democratizar la monarquía”(¡¿?!). Al parecer, acaban de
caer en la cuenta de que es injusto que las mujeres estén postergadas en la
sucesión a la corona, éstas –hasta ahora- sólo podían reinar en caso de
falta de descendiente varón, esto es, todas hijas, o por renuncia o abdicación
del heredero, o por cualquier otra contingencia grave que le impidiese reinar.
Así pues nos sugieren nuestros más preclaros representantes, remedando la
comedia de Leandro Fernández de Moratín, que a la hora de votar dicha reforma
emitamos el “sí de las niñas” (¡ele, nuestra grasia!).
Volvamos
a nuestro estudiante adolescente. Pudiera escribir: “El príncipe, ya que se
ha formado en los tres ejércitos, debería de estar en Afganistán junto a
nuestros soldados, antes que de regatas”. También: “Si algo así se hiciera
en una república democrática con los hijos de su presidente, sería
conceptuado como un claro caso de corrupción”. O, ya en el tercer ejemplo,
podría decir: “Si para darse cuenta de esta injusticia nuestros
representantes han tardado 26 años, cuántos pasarán hasta que se den cuenta
que es injusto para el segundo o el tercero o el cuarto de los herederos –es
decir, discriminación por razón de nacimiento-, o mejor, cuánto tiempo pasará
hasta que adviertan que es injusto para los García, los Álvarez, los Romero,
los Marín, los Luque, los Jáimez, los Maldonado...? ¿Qué democracia seria es
ésta que, para acceder a la Jefatura del Estado, la única vía que tienes es
la de dar el braguetazo con el (la) heredero (a)? ¿No será mejor cambiar de
representantes?”...
Todo
muy demagógico, es cierto: no se merecerían ni un accésit. Queda mucho mejor
algo así como lo que dijo una ciudadana murciana –y fue publicado en las
primeras páginas y en grandes caracteres en el periódico de mayor tirada de
esta región- en una ocasión en que nos visitaron los papás del heredero:
“Cuando los vi bajando las escaleras de la entrada del hotel `Siete Coronas´,
aquello fue como cuando bajamos hasta la Catedral a la Virgen de la Fuensanta
desde su santuario en el monte”... La metáfora, no me lo negarán, está que se sale. El jurado
de la FIES no podría resistirse: primer premio y foto borbónica incluida (con
dedicatoria, claro: “A mi más querida súbdita por su estulticia manifiesta
y, de paso, por su comparación irreverente”).
Pues
nada, cómo se puede ser tan simple que yo pensaba que la única manera de
democratizar una monarquía era instituyendo una república... Está visto que
no me apliqué mucho en mis tiempos de la EGB. Pero sabrán disculparme, ¿verdad?,
entonces no existían los “concursitos guays, molones, chipindilerendi, que te
cagas tía” de la Fundación Institucional Española; me tuve que conformar
con los de la multinacional “Coca-cola”.
Francisco
Cuberos García
27.460.382-S