Sobre dialéctica de Manuel Sacristán Luzón

Fernando G. Jaén Coll

UCR 2 de Febrero de 2010

 

Sobre dialéctica es libro que recoge sus escritos al respecto, en edición, presentación y notas de Salvador López Arnal (una publicación conjunta de la Fundació Hous Horitzons y El Viejo Topo. Barcelona, 2009). Destaquemos el prólogo de Miguel Candel (Director del Departamento de Historia de la Filosofía, Estética y Filosofía de la Cultura de la Universidad de Barcelona) intitulado El bucle dialéctico, que nos sitúa, en pocas páginas, en los hitos de la evolución del concepto desde su uso prefilosófico.

Leer a Manuel Sacristán a través de sus escritos sobre dialéctica, es leer a la persona más docta en España en esta materia en la segunda mitad del siglo XX, particularmente en lo que se refiere a la concepción marxista. No es juicio exagerado éste, ni panegírico del autor lo que sobre él pudiera yo aducir, y que, para no repetirme, remito al lector a lo que ya dejé escrito en columna breve en Notas de lectura y comentarios del Dr. Fernando G. Jaén, o cómo matar el tiempo placenteramente (N. º 2. Diciembre de 2001),  en la crítica del libro La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, por Juan-Ramón Capella (SYN@PSIS n.º 15, de marzo-abril 2005) y en Algunas meditaciones sobre la Universidad: M. Sacristán, J. Ortega y Gasset, P. Laín y J. J. López Ibor (SYN@PSIS n.º 36, septiembre-octubre de 2008).

Al reflexionar inicialmente sobre la dialéctica nos interesa saber qué es eso a lo que llamamos de tal manera y para qué sirve. Derivan de ahí cuestiones como las siguientes: ¿Es una forma o técnica del pensar? ¿Es una simple manera de exponer lo que conocemos por otras vías; es un enfoque generalizador con un punto de vista de completitud? ¿Es, acaso, la única forma válida de abordar la experiencia y la humana realidad? ¿Es ciencia? ¿Es una forma metafórica de ir más allá de la ciencia, o bien es una forma de disimular la ausencia de análisis científico −aceptando la predominancia social de éste−? Dado que el marxismo (escuela, corriente o doctrina de pensamiento) ha sido su mayor valedor en el ámbito del conocimiento, ¿debe considerarse su formulación en Marx y Engels como la dialéctica por antonomasia o podemos conceder plaza a la dialéctica hegeliana sin menoscabo de su crítica marxista? (Vale decir que Berrand Russell, en su Diccionario del hombre contemporáneo, va directo a la dialéctica hegeliana, de la que dice que “Todo se desenvuelve mediante la tesis, la antítesis y la síntesis, cuyo impulso es el autodesarrollo de la idea, y la idea es lo que creía Hegel. El curso entero del universo es el que Hegel pensaba. Ésta es la fórmula.”, reservando al materialismo dialéctico la versión marxista).

Manuel Sacristán era marxista, filósofo, teórico y militante, y la posición intelectiva desde la que atalayaba la dialéctica era la de la confluencia de la ciencia, la filosofía y la acción. Una de las virtudes del libro sobre la dialéctica, es que nos permite seguir la evolución de su pensamiento a lo largo de 25 años, desde el primer texto aportado, el de Jesuitas y dialéctica, publicado inicialmente en el año 1959, hasta la carta a la profesora de sociología de la UNAM, Mónica Guitián, fechada el 10 de marzo de 1985, a condición de que incorporemos la lectura de aquellos textos no presentes, de los que Salvador López Arnal nos advierte como editor (pág. 42), particularmente El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia (año 1978).

Concédame el lector la dispensa de no ser profesional de la filosofía, ni siquiera estudioso sistemático de la misma, y el que le presente el asunto de este libro con cierta soltura en las maneras, con no poca ingenuidad, si lo prefiere: Si hay una realidad (la que sea, incluso si no sabemos percibir más que aspectos parciales por convenir a nuestra conformación de especie) y nuestro modo de habérnosla con ella requiere de su conocimiento (con el detalle y profundidad que sean), bien podremos aceptar la existencia de caminos para ello. Atajando: hay realidad y conocemos de ella con herramientas mentales diversas, que pueden incluso hacernos pensar que existe un modo de conocer superior a otros en su capacidad para explicarnos esa realidad. Entre esos modos, disponemos de uno (construido a lo largo de la historia humana) al que consideramos hoy como superior, al cual llamamos científico, pero su superioridad lo es en tanto que se restrinja a lo que acepta explicado según sus normas, que son las que confieren esa seguridad (el método científico; y más por su proceso de revisión permanente que por lo obtenido en cada caso). No se agota en él el uso de la razón, bien es verdad, pero el razonamiento, que no se circunscribe a ese zócalo de seguridad que nos da la ciencia, lo consideramos falto de su revalorización por la vía científica o sencillamente de escasa importancia para ella o incluso inabordable (así lo sea provisionalmente). ¿Es la dialéctica una forma de la ciencia, es un modo de razonar, puede ser otra la manera de habérnoslas con la realidad provechosamente? ¿Es tal vez un modo irracional de conocer?

En el primero de los textos recogidos en el libro Jesuitas y dialéctica (julio de 1959 en su primera publicación, en catalán), polemiza con los jesuitas P. Calvez y P. Wetter, con referencias a Bochénski, para dejar en claro lo que es el pensamiento dialéctico desde la perspectiva marxista. Dialéctica contrapuesta a metafísica, marxismo coincidente con el positivismo en cuanto a la condena de ésta; pensar dialéctico como oscilación “entre conocimiento positivo de la experiencia científica y la práctica social (la experiencia en general, única fuente del conocimiento) y la generalización de esa experiencia según un método determinado, para insertarla nuevamente, en otro movimiento circular, en la experiencia científica y en la práctica social” (cursiva suya. P. 49). El marxismo supera su antítesis entre positivismo y antipositivismo por la historia, como única vía de la humanidad para superar sus contradicciones (p. 50) “El pensamiento dialéctico es historicismo consecuente” (p. 49).

En el texto Tres notas sobre la Alianza impía (que no se había vuelto a publicar desde su primera vez, en el año 1961, y ahora ha sido incorporado a este libro), Manuel Sacristán sostenía que “La ciencia positiva tecnificada moderna es una especialización de la razón (…) La ciencia, en el sentido pleno de su concepto, es la empresa de la razón: la libertad de la consciencia.” (p. 70) Sin embargo, el carácter reductor de los métodos del análisis científico-positivo, no permite satisfacer una de las pretensiones de la vía materialista dialéctica la de “recoger la justa exigencia filosófica de una aprehensión de las formaciones complejas” (ibídem, p. 67. La cursiva es mía, para destacar la sorpresa por el argumento, que suena a petición de principio, por lo de la pretensión). Y en este contexto de polémica con el neopositivismo, Sacristán afirmaba tajante que la dialéctica no forma parte de la irracionalidad religiosa, y añadía: “Nos referimos a la dialéctica, cuyo principio, desde el punto de vista del tema que nos ocupa, es el siguiente: la manera de aprehender una formación compleja, sobreestructural en toda su especificidad cognoscible y en lo desconocido por el análisis reductor científico-positivo consiste en conocerla en su actividad” (cursiva suya). Y, sin embargo, ¿no puede incurrir en ella?

En La tarea de Engels en el anti-Düring, tercero de los textos incorporados al libro, podemos hallar el desarrollo de la dialéctica en relación con la concepción del mundo. Asentada su definición, Sacristán pasa a ver los dos principios de la concepción marxista: el materialismo, o que “el mundo debe explicarse por sí mismo.” P. 80) y el de la dialéctica, que “se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.” (p. 80). Un aspecto que no hemos señalado hasta aquí, además del de la dialéctica como forma de abordar la explicación de las totalidades concretas, que “es el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico” (p. 81), es el que a mi juicio se deja ver en más de una ocasión en las explicaciones de Manuel Sacristán, consustancial con su manera de enfocar la vida: la militancia: “Los clásicos del marxismo son clásicos de una concepción del mundo, no de una teoría científico-positiva especial. Esto tiene como consecuencia una relación de adhesión militante entre el movimiento obrero y sus clásicos.” (P. 87. La cursiva es mía) Ahí radica a mi juicio la debilidad de la dialéctica marxista, la que ha hecho de ella un instrumento contra el pensamiento científico a veces, contra las personas que no compartían las ideas del poder o de los influyentes, que enjuician con argumentos plausibles (argumentación propia de las concepciones del mundo, como atribuye el propio autor en nota al pie de p. 78) cuando más a favor de sus intereses, todo ello bajo el manto del socialismo.

En Sobre economía y dialéctica (del año 1977), introduce la idea de la dialéctica como “segunda validación” del dato y la “convalidación” de los datos en una perspectiva revolucionaria (p. 143), distinguiendo entre práctica tecnológica, la de la ciencia y la “que ha de servir de criterio de éxito dialéctico”, la revolucionaria.

Es el Sacristán del curso de Metodología de las ciencias sociales (texto 9 de los contenidos en el libro, pp. 185 a 225) el que a mí me convence y no el de las conferencias militantes, por documentadas que pudieran estar. En su día tuve ocasión de decirle en persona que más hubiéramos ganado él mismo, el conocimiento y la formación de los ciudadanos, si hubiera concentrado sus fuerzas en la lógica y la metodología, pero entonces ya no era el momento, pesaba su biografía militante.

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Fernando G. Jaén Coll  es  Profesor Económicas Universitat de Vic (Barcelona)