Podríamos llamarlo “idiotisaurio”. Si no fuera letal para el planeta, hasta podríamos verlo con humor piadoso.
Avanza con violencia
sobre el mundo, usando
equipos diferentes para
cada ocasión. Con
anabólicos y siliconas
cambia su cuerpo,
mientras su cerebro,
mutilado, se reduce y
repite, alienado, jergas
para él creadas.
Si lo suyo es el agro,
secuestra las semillas y
produce engendros
genéticamente
modificados para que el
campesino se las compre,
una y otra vez, mientras
contamina los suelos y
las aguas con pesticidas
y herbicidas varios.
Si eufemísticamente se
dedica a la salud,
invade consultorios de
pastillas múltiples que
algún tiempo después se
sabrá eran nocivas.
Si es urbanizador,
mandará talar árboles y
llenar superficies de
cemento en los que la
lluvia benigna no podrá
penetrar.
Si de comida hablamos, todo lo envasará, agregando químicos y preservantes y llenando el planeta de irreductibles plásticos que ya rebasan vertederos previstos con los que nadie sabe bien qué hacer.
Mienten cuando les dicen
a los jóvenes que su
capacitación signará su
futuro. No importa lo
que estudien, si manejo
de empresas, o recursos
humanos, o química, o
cómputo o derecho, tras
transitar las aulas con
esfuerzo, entre
múltiple-choices
alienantes y programas
sin contenido humano
llegarán sin poder
cuestionar nada, listos
ya a inmolarse en el
mercado.
Y, si a pesar de todo,
conservó algún ideal,
pronto la realidad dará
cuenta de eso y le
dirán, sin sonrojarse,
con mueca por sonrisa,
que debe estar dispuesto
a “trabajar bajo
presión”, a no tener
amigos, sólo
competidores, a
serruchar la silla del
que ocupa el cubículo
vecino y que el único
dogma permitido será, de
hoy para siempre,
maximizar ganancias y
ofrecerlas a los pies de
la empresa.
Y si, al final del día, buscando por un rato olvidar su miseria, se sienta, derrumbado, a mirar la TV, no habrá consuelo. Sólo podrá elegir entre mujeres frotándose en un tubo, descerebrados personajes estrellando autos, políticos corruptos , traficantes, asesinos y locutores vacuos que con mirada fija , repitiendo sofismas, les mostrarán soldados bien armados mientras masacran miles de inocentes bajo el ritmo de “go, go, go” y la bandera americana al frente.
Eclesiásticos bien alimentados y pastores con caras como máscaras te ofrecerán servirte de intérpretes de escrituras vetustas, y, a cambio de tus diezmos, te darán sus versiones de la biblia, prometerán un cielo para pocos, y hasta prosperidades en la tierra mientras te dicen, sin sonrojos previos, que dios habló con ellos justificando tanto hedor de muerte, tanta miseria humana, como parte de un plan al que jamás tendrás acceso.
Por eso hay que aferrarse a la semilla, la mariposa, el pájaro y el árbol, contemplar la montaña en la mañana y de noche la luna y las estrellas, cuidar al niño y cultivar su alma, y aprender a escucharlo y comprenderlo, y sentir compasión, aunque nos duela, por el que sufre aunque no lo veamos, Porque adentro del alma, acurrucado, tenemos nuestro niño acongojado al que hay que rescatar para que logre lanzar sus vibraciones amorosas que en una dimensión desconocida se irán uniendo a otras para formar con fuerza un tejido de amor y de coraje.