Existe un debate en los círculos de música
clásica, a los dos lados del Atlántico, sobre la
adaptación de la Novena de Beethoven como himno
de la Unión Europea. La Novena, una de las
piezas musicales más bellas que se han escrito,
es, junto con los versos de Schiller, un canto a
la fraternidad y a la solidaridad. Su adaptación
al himno de la Unión Europea, sin embargo, es
otro cantar. Con la adaptación se cambió el
estilo original, lo cual ha creado un debate que
ha pasado desapercibido en España. En nuestro
país tal himno se presenta como la Novena sin
más, con los versos de Schiller. Así se presentó
en Televisión Española durante el concierto de
la presidencia española en la Unión Europea que
se celebró en el Palacio Real y que fue
presidido por el rey de España y las máximas
autoridades del Gobierno español y de las
instituciones de la Unión Europea. Pero hay más
en el himno europeo de lo que aparenta.
Contemos primero la historia y veamos cómo una
adaptación de la Novena se convirtió en el himno
de Europa. La Novena fue presentada al público
por primera vez en Viena, Austria, en el año
1824. Y la primera vez que apareció (en una
versión modificada) como el símbolo de Europa
fue en el Berlín Occidental el 8 de julio de
1971, cuando, por encargo del Consejo de Europa,
se modificó y recompuso (tanto en su cadencia
como en su narrativa) para su presentación en
sociedad, representando a tal Consejo. El
encargado de hacer la modificación fue el
director de la Filarmónica de Berlín, Herbert
von Karajan, quien unió distintas piezas de la
Novena para transformar la Oda a la alegría (la
Novena) en el himno oficial del Consejo de
Europa.
El nuevo himno europeo se presentó por primera
vez el 5 de mayo (Día de Europa), en el canal
Eurovisión, con la bandera azul y las estrellas
como fondo para la orquesta de Karajan. En
realidad, Karajan, que había escrito una nueva
versión de la Novena, con un nuevo texto
musical, tenía el copyright y, debido a ello, el
himno le pertenecía.
Hasta aquí todo parece normal, excepto por el
hecho de que un músico que prepara un himno por
encargo de una institución se quede con los
derechos de autor. Pero por lo visto Karajan era
amigo del presidente del Consejo de Europa,
Toncic Sorinj, quien le había hecho el encargo.
Sorinj había nacido en Viena en 1915, era de
familia aristocrática, miembro activo del
Partido del Pueblo Austriaco (OVP) y ministro de
Asuntos Exteriores del Gobierno austriaco hasta
que fue sucedido por su amigo Kurt Waldheim,
futuro secretario general de las Naciones
Unidas. El lector recordará que hubo un
escándalo mundial con este último cuando se
descubrió que había sido miembro de la Wehrmatch
nazi.
A partir de aquel escándalo, se ha ido
destapando una red de ex nazis (es decir, de
miembros activos del Partido Nazi alemán) que
constituían un entramado dentro del OVP, cuya
ideología ultraderechista alarmó en su día al
propio Consejo de Europa. Es en este contexto en
el que se descubrió que Karajan había sido
miembro del Partido Nazi desde 1935 a 1945. En
realidad, ya en abril de 1933 había intentado
alistarse en el Partido Nazi. En 1946, el comité
de desnazificación austriaco le había
interrogado por su pertenencia a aquel partido.
Pero como a otros muchos ex nazis, las derechas
en Alemania y en Europa les dieron la bienvenida
para alistarles en la Guerra Fría. En este
contexto, Karajan modificó la Novena para darle
un tono militar, no sólo en su cadencia, sino
también en sus instrumentos, pasando a dar más
protagonismo, por ejemplo, a las trompetas y
menos al violín. La suavidad y gentileza de la
Oda original fue sustituida por un tono marcial.
Como bien señala Esteban Buch –profesor de
Historia de la Música en L’École des Hautes
Études en Sciencies Sociales de París– en su
artículo publicado en la revista de izquierdas
estadounidense Dissent en octubre de 2009 (la
versión inglesa de otros artículos escritos por
este autor se puede encontrar en otros foros,
incluido Le Monde), la Oda a la alegría
se transformó en una pieza musical distinta de
lo que Beethoven y Schiller habían hecho y con
una intención diferente: se instrumentalizó tal
composición en un proyecto de la Guerra Fría.
Enfatizando tal instrumentalización, el himno se
presentó, por primera vez, en el Berlín
Occidental, originando una protesta de Alemania
oriental, que se quejó de la burda manipulación
de Beethoven y Schiller en aquella guerra.
Una vez terminada la Guerra Fría, se están
descubriendo las relaciones entre la derecha
europea y el nazismo en su lucha ideológica,
motivo del debate que está teniendo lugar en
centros culturales y políticos europeos y que es
aún desconocido en España. Como se preguntaba el
profesor Esteban Buch en su artículo: “¿Qué
hacían tantos ex nazis en la vida cultural y
política del llamado mundo democrático
configurando algunos de los símbolos de la
Europa democrática?”. No es una Europa vertical
y jerárquica marcial, sino horizontal,
democrática y participativa la que debiera
promoverse.
En mi opinión, esta verticalidad y jerarquía
marcial apareció con toda su intensidad en la
gala del Palacio Real citada anteriormente.
Cuando el rey entró en la sala, todo el público
(repito, cada uno de los asistentes al acto) se
levantó y aplaudió al monarca para, después,
callados y firmes, cuadrarse en frente de la
Marcha Real, una marcha de ejército borbónico
(que se conoce en España como Himno nacional).
Esperemos que el himno de Europa (con el que
terminó el acto) no se transforme en un himno
vertical y jerárquico, como lo es el español. Y
que el presidente de Europa no evoque el
espíritu de servilismo y vasallaje que se
expresó hacia el rey en aquel acto. Europa (y
España) se merecen algo mejor, eliminando el
carácter marcial de la bellísima Novena. En
España (donde, todavía hoy, la Corte Suprema
acepta una querella del partido fascista Falange
Española de las JONS en contra del único juez
que se ha atrevido a llevar a los dirigentes del
régimen dictatorial fascista a los tribunales)
se necesitan también cambios muy sustanciales en
su escasa cultura democrática, incluyendo sus
símbolos como el himno nacional.
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Vicenç Navarro es catedrático
de Ciencias Políticas y Políticas Públicas
Universidad Pompeu Fabra
Fuente:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/1788/el-contexto-politico-del-himno-europeo/