Correo

Alameda, 5. 2º Izda. Madrid   28014 Teléfono:  91 420 13 88 Fax: 91 420 20 04     

 

No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Albert Camus: la escritura del compromiso
 

       La figura del pensador y novelista galo, siempre a contracorriente, se mantiene en toda su vigencia al cumplirse medio siglo de su muerte

 

      EL 4 de enero de 1960, en el trayecto de Lyon a París por la Nacional 5, más concretamente en un lugar llamado Petit-Villeblevin (departamento de L'Yonne), moría el novelista, dramaturgo y ensayista Albert Camus. El coche, un Facel-Véga que conducía su amigo Michel Gallimard -sobrino del editor-, probablemente a causa del estallido de un neumático sumado a un exceso de velocidad, se salió de la carretera y se estrelló contra dos de los árboles que se alineaban junto a la vía. Entre los restos del coche, encontraron el manuscrito inacabado de 'El primer hombre'; en uno de los bolsillos del escritor, que murió en el acto, un billete de tren de regreso a París que pensaba usar antes de que su amigo le propusiera llevarle en su automóvil nuevo.

 

Cincuenta años más tarde, Nicolas Sarkozy desea trasladar los restos del escritor al Panteón parisino donde reposan ya otras celebridades francesas como Voltaire, Rousseau, Marie Curie, Victor Hugo, Émile Zola, Louis Braille, Jean Jaurés, Alexandre Dumas o André Malraux. Es asimismo en el Panteón donde se encuentra el famoso péndulo de Foucault que demuestra la rotación de la Tierra y la existencia de la fuerza de Coriolis. El deseo de Sarkozy se está no obstante viendo confrontado a la negativa de uno de los dos hijos del autor, Jean, quien argumenta que, por una parte y teniendo en cuenta la trayectoria de su padre, este traslado sería un rotundo contrasentido, y que además teme que este acto le permita al actual presidente francés utilizar en su provecho la figura del escritor.

 

Albert Camus nació el 7 de noviembre de 1913 en Montovi, un pueblo de Argelia. De su padre, Julien, sólo conservaría testimonios fotográficos ya que fue herido en 1914 en la Batalla del Marne y murió a los 28 años, cuando su hijo menor apenas tenía diez meses. De su madre, analfabeta y sorda y siempre extenuada por los trabajos de limpieza que tenía que realizar para mantener a sus dos hijos, nacería el deseo de escribir para responder al silencio. De su infancia miserable bajo el deslumbrante cielo argelino, diría posteriormente: «La miseria me impidió creer que todo está bien bajo el sol y en la historia; el sol me enseñó que la historia no lo es todo». Sería por tanto su abuela paterna, una mujer adusta y autoritaria, y su tío, carnicero de profesión, ávido lector de Gide en sus ratos libres, y volteriano y anarquista de convicción, quienes educarían a los hermanos Camus.

 

Cuando Albert tenía diez años, su maestro de la escuela comunal descubrió las capacidades intelectuales del pequeño Camus y convenció a su familia -la abuela deseaba que el niño empezara a trabajar cuanto antes-, en primer lugar para darle clases de forma totalmente benévola, y después para presentarle a un concurso de becas, que ganó y le permitió en 1924 ingresar en el liceo Budgeaud - actualmente liceo Émir-Abd-el-Kader- de Argel.

 

La enfermedad

 

Albert Camus nunca olvidaría a su maestro y cuando, en 1957, recogió el premio Nobel de literatura, se lo dedicó a Louis Germain, el institutor sin el cual nunca habría accedido a una enseñanza superior. Será en su último año en el liceo, cuando se verá afectado por primera vez por un mal recurrente que entorpecerá tanto sus estudios de filosofía como sus actividades paralelas y posteriores: la tuberculosis. Esta enfermedad le hará tomar conciencia de la injusticia en la que vive el ser humano, «la muerte es el mayor escándalo de la creación», a la vez que agudizará sus ganas de vivir.

 

A partir de 1936, mientras prepara su tesis, 'Metafísica cristiana y neoplatonismo', Camus milita de manera muy activa -desde el año anterior es miembro del partido comunista- en diversos movimientos antifascistas, entre ellos los que se solidarizan con la España republicana. Después de crear dos compañías de teatro, ayuda a Pascal Pia a fundar el periódico 'Alger Républicain', órgano del Frente Popular, cuyos editoriales en contra de la opresión colonial escandalizan de inmediato a la sociedad francófona.

 

Afianza sus opiniones dimitiendo del partido comunista cuando éste se niega a apoyar el nacionalismo argelino. Antes de marcharse del país a causa del cierre de 'Alger Républicain' por el gobierno, Camus escribe 'Nupcias', una novela en la que el lirismo carnal de la felicidad se entrecruza con la lucidez contemplativa y la plena conciencia de la muerte que caracterizarán la totalidad de su obra.

 

Lejos de su país

 

Exceptuando una estancia de seis meses en Oran en 1941 y algunas pequeñas y cada vez más espaciadas escapadas, ya no volverá a su país de origen aunque las huellas de la tierra argelina, esa simbiosis de miseria y luminosidad que marcó su infancia, quedarán impresas en cada uno de sus libros.

 

Es en la capital francesa donde se instala en 1940, comenzando a trabajar como redactor en 'Paris-Soir'. En 1942 publicará su novela 'El extranjero', comenzada en Argel varios años antes, y el ensayo 'El mito de Sísifo'. En 1943, mientras ejerce de asesor literario en la editorial Gallimard, su amigo Pascal Pia le pide que dirija el periódico 'Combat', labor que Camus alterna, pese a las recurrentes agresiones de la tuberculosis, con su apoyo a la resistencia francesa.

 

Por aquellos días conoce a Jean-Paul Sartre y, el 8 de agosto de 1945, el escritor nacido en Argelia será el único intelectual de occidente que denunciará los bombardeos de Hiroshima y de Nagasaki, en un editorial que pasará a la historia post-bélica de Francia.

 

Su amistad con Sartre se verá truncada en 1952, cuando el autor de 'La náusea', junto con otros intelectuales afiliados al partido comunista, le reprochan que sea «deliberadamente estático» respecto del conflicto de Argelia que acabará desembocando en guerra: el pacifismo de su denuncia -que le conducirá en 1956 hasta Argel, donde lanzará su 'Llamada a una tregua civilizada'- será en la época incomprendido tanto por los nacionalistas musulmanes como por sus compatriotas 'pieds-noirs' (literalmente, pies negros, eran los ciudadanos de origen europeo, generalmente franceses, que vivían en Argelia y fueron expulsados tras la independencia), ya que tanto unos como otros le reprochaban que no tomara partido por la causa que ellos defendían.

 

La familia y la guerra

 

Unos años más tarde, cuando un estudiante musulmán le abordó en Estocolmo, donde había ido a recoger el Nobel, e intentó convencer al recién laureado escritor de la necesidad de la lucha por la independencia llevada a cabo por el F.L.N. (Frente de Liberación Nacional) argelino, incluyendo la justificación de atentados terroristas a civiles, Camus respondió: «Si tuviera que elegir entre esta justicia y mi madre, siempre elegiría a mi madre». Esta frase será una vez más denostada tanto por un bando como por otro; sin embargo no hay que olvidar que su madre seguía viviendo en uno de los barrios de Argel más populares y vulnerables a los atentados terroristas que por esa época se sucedían.

 

La academia sueca le entregaría en 1957 el galardón más importante de las letras por «el conjunto de una obra que saca a la luz los problemas que acucian en la actualidad la conciencia de los hombres». Camus tenía 44 años, la edad en que muchos escritores apenas se están dando a conocer, y a pesar de sus arraigados problemas de salud, nadie hubiera pronosticado que sólo le quedaban poco más de dos años de vida.

 

En el momento de su muerte, ya tenía en su haber una de las obras más importantes de la literatura francesa del siglo veinte y el propio Sartre, pese a las desavenencias políticas que los habían alejado en los últimos años, definió la importante influencia artística de Camus y la necesidad que de ella tenía la sociedad francesa, como «la admirable conjunción de una persona, una acción y una obra».

 

La obra de Albert Camus, como él mismo reconoció en varias ocasiones, se divide en dos ciclos: «lo absurdo» y «la sublevación». En estas definiciones no se incluyen ni las obras de primera juventud ni los libros escritos después de 1952; entre estos últimos se encuentra 'La caída', novela en la que Camus no sólo denuncia la mala fe de algunos intelectuales de izquierda de los años 50, sino que hace de la culpabilidad una cuestión universal de la que no excluye a nadie, ni siquiera a sí mismo -en realidad a sí mismo menos que a nadie- .

 

La filosofía existencialista del «absurdo» de Camus, magistralmente reflejada en 'El extranjero' y en 'El malentendido', expone «la confrontación entre la llamada humana y la sinrazón silenciosa del mundo». Se trata de un conflicto, imposible de dilucidar, entre la angustia del hombre en su búsqueda de respuestas existenciales y la negación del mundo a responderlas.

 

Las religiones, que definen orígenes o dan sentido a la vida no son válidas para el hombre del «absurdo», ya que éste no acepta hipótesis divinas sino que necesita respuestas humanas. El hombre del «absurdo» de Camus no se proyecta por tanto en una eventual perspectiva futura, sólo existe para él la realidad del «aquí» y el «ahora».

 

Alegoría del nazismo

 

El ciclo de la sublevación se inicia en 1947 con 'La peste', una magnífica alegoría del nazismo en la que diversos personajes acatan o rechazan, justificando tanto unos como otros su elección, la llegada del Mal. Se refuerza la solidaridad en la revuelta con 'El hombre sublevado', novela que genera una gran polémica: se le reprocha a su autor una visión metafísica de la sublevación, y se cuestiona su protesta en contra de una divinización de la historia que corre el riesgo de acabar en terrorismo de Estado; aunque lo que en aquellos momentos no se le perdona, es la explícita condena que, a través del totalitarismo en general, hace del marxismo en particular. No hay que olvidar que la Francia de después de la segunda guerra mundial intentaba combatir la vergüenza que sentía por el colaboracionismo con los alemanes, reivindicando moralmente las doctrinas de Marx y Lenin.

 

Por otro lado, 'El hombre sublevado' recibe de forma simultánea las críticas tanto de surrealistas como de existencialistas: André Breton no perdona a Camus sus opiniones sobre Lautréamont y Rimbaud; en cuanto a los existencialistas, le acribillan en la revista 'Les temps modernes', dirigida por Sartre. Entre 'La peste' y 'El hombre sublevado', Camus publica 'Estado de sitio' y 'Los justos', donde se cuestiona la responsabilidad del individuo frente a la supervivencia de la humanidad.

 

Mientras prosigue con la cronología de sus ciclos literarios, Camus no renuncia a sus actos solidarios: en 1949 firma un manifiesto a favor de los comunistas griegos condenados a muerte; en 1952 dimite de la UNESCO, al haber sido admitida en la organización la España franquista; en 1953 pronuncia un discurso en memoria de los obreros muertos en los disturbios de Berlín Este; en 1956, denuncia la represión de los insurgentes húngaros a manos del ejército soviético.

 

El amor

 

Tras los ciclos completados del «absurdo» y de la «sublevación», Camus, el hombre mediterráneo cuya filosofía se estructuraba alrededor de palabras clave y cuya fuerza no consistía en la rigidez del roble sino en la flexibilidad del junco, quería iniciar nuevas etapas literarias: la de la contención y la mesura y posteriormente la del amor.

 

La primera, ya está presente en sus últimas obras y en el discurso que leyó en la Academia sueca. 'El último hombre' parecía destinado a iniciar la segunda, aunque la estética humanista del hombre para quien el norte de África seguía siendo el lugar del mundo donde el ser humano y el cosmos intercambiaban experiencias, quedó colapsada en una carretera del noroeste francés hace ya cincuenta años.

 

«Hoy ha muerto mamá. O tal vez ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: 'Madre fallecida. Entierro mañana. Sentidas condolencias'. Pero esto no significa nada. Quizá haya sido ayer».

 

De este modo empieza 'El extranjero' y con este párrafo termina 'La peste': «Porque sabía (.) que el bacilo de la peste ni muere ni desaparece jamás, que puede permanecer décadas adormecido en los muebles y el la ropa, que espera con paciencia en las habitaciones, los sótanos, los baúles, los pañuelos y los papeles, y que, quizá, el día llegaría en que, para desgracia y enseñanza de los hombres, la peste despertaría a sus ratas y las mandaría morir a una ciudad feliz».

 

 

  Página de inicio