Recordando a Manuel
Sacristán (1925-1985), veinticinco años después.
Sobre
el Sacristán que podemos seguir leyendo en el siglo XXI
(II).
Salvador López
Arnal
UCR
28 de Enero de
2010
A
propósito de la
Enciclopedia política Argos.
Simone [Weil] es la mejor
tratadista de religión que conozco (…) es, no superior
como mística, pero sí mejor tratadista que San Juan de
la Cruz. Me explicaré: a) en San Juan tienes que separar
tú mismo lo que es técnica de lo que es sustancia
ideológica. Simone no confunde jamás esa dos cosas. b)
San Juan andada flojo en teología. Simone,
empolladísima, verdadera teóloga, llega incluso a algo
que yo persigo desde hace más de un año: el estudio del
misterio como única realidad teológica, el misterio como
único tema de la teología, en el que ésta se […] con la
mística y se fundan ambas en algo que solo a partir de
esa unión puede llamarse religión dignamente c) En San
Juan es tácita la solución a uno de los más fuertes
problemas de la mística: la visión y aceptación del
mundo natural. Bergson supo leer entre líneas y desveló
e hizo explícita esa tácita solución. Simone lo consigue
con éxito mucho mayor trabajando simplemente el misterio
que yace debajo de la cuestión (..) d) San Juan usa una
tradición filosófica sin saberlo. Simone sabe lo que la
mística –la religión pura- debe a Platón (…) e) San Juan
se ve a veces oprimido por una dogma (Aunque sobre estoy
hay mucho que hablar). Simone odia los dogmas”.
Manuel
Sacristán, carta a Josep Mª Castellet, 13 de
octubre de 1952
[1]
En Pensar bajo el franquismo [2], un
volumen sobre intelectuales y política de la generación
de los cincuenta coordinado por Juan F. Marsal, cuenta
brevemente Esteban Pinilla de las Heras el origen y
desarrollo de un proyecto enciclopédico que él mismo
tilda de fabuloso, “una de esas ilusiones que sólo
pueden ocurrir en Barcelona”.
Fue a finales de 1949, principios de 1950, cuando
Laye estaba a punto de salir a la luz. Una
editorial barcelonesa, Argos, “una casa importante, que
hoy [1979] existe integrada en un grupo multinacional”
[3] tuvo la idea de editar una gran enciclopedia
política en varios volúmenes. La dirección del proyecto
estuvo en manos de Santiago Nadal y Esteban Pinilla de
las Heras fue su jefe de redacción. Varios personas
vinculadas a Laye entraron a formar parte del
proyecto: Juan Carlos García Borrón, Francesc Farreras y
Manuel Sacristán entre otros. También participaron
personas afines al grupo pero no pertenecientes
propiamente a él como Fabià Estapé. El proyecto, que
duró desde 1949 hasta 1953, reunió miles de artículos,
“escritos la mayor parte en Barcelona, otros en Madrid,
otros en Buenos Aires, y se encargaron también algunos
de fuera, a París, y creo que a Viena”.
Los artículos, “esta masa ingente de materiales”
eran, en opinión de Pinilla de las Heras, de desigual
calidad: textos realmente buenos se juntaban con
“bazofias impublicables”. El mismo Pinilla tuvo que
avisar a la editorial que cada semana estaban entrando
muchas páginas absolutamente menores y que el proyecto
debía cambiar de domicilio: si se quería hacer en serio,
Oxford, Londres o Nueva York eran mejores candidatas:
“en Barcelona no había ni la gente competente ni la
documentación necesarias para llevar a término aquello
de una manera medianamente decente”.
Volvió sobre el tema Pinilla de las Heras en el
que, en mi opinión, es el mejor libro publicado hasta la
fecha sobre las dimensiones políticas del grupo Laye:
En menos de la libertad [4]. Matiza en el capítulo
VII –“Los límites del poder”, pp. 130-132- algunas de
sus afirmaciones: todavía en 1954 se estaban escribiendo
algunos artículos para la Enciclopedia; los artículos de
Juan-Carlos García Borrón, especialmente los dedicados a
Aristóteles y Nietzsche, eran “realmente muy buenos”;
además de Fabià Estapé, escribieron artículos para la
Enciclopedia Ángel Latorre Segura y Joan Reglà, y
también hubo algunas colaboraciones breves de Tristán La
Rosa y Millás Vallicrosa; hubieron colaboraciones
argentinas, “de orientación más bien católica y
conservadora” y también importantes colaboraciones
madrileñas (la de Fraga Iribarne no excluida), y,
finalmente, señala Pinilla de las Heras, su contribución
y la de Sacristán “fue mucho más extensa e importante de
lo que sugiere“ la colaboración citada en el libro
coordinado por Juan F. Marsal.
Hay
docenas y docenas de páginas-folio, mecanografiadas a un
solo espacio; algunas copias al carbón están ya
deterioradas por el tiempo, pero son todavía legibles.
Si la Enciclopedia hubiera podido completarse, habría
sido una obra de suma calidad, de un nivel incluso
superior a enciclopedias similares entonces en el
mercado internacional.
En la presentación de los inéditos incluidos en su
estudio [5], Pinilla de las Heras ofrece algún detalle
más: los inéditos que se conservan en copias de carbón
son de muy desigual calidad; hay centenares de páginas
que tienen un interés fragmentario; si la enciclopedia
se hubiera llego a completar hubiera sido “una obra
monumental que hubiese dado un prestigio internacional,
en el mundo académico a Barcelona y a los universitarios
barceloneses”. De hecho, prosigue Pinilla de las Heras,
la Enciclopedia tenía una finalidad netamente política:
La
Enciclopedia debía ser usada, esperábamos, como un arma
política. Por ejemplo, en 1948 una editorial de Madrid
empezó a publicar las Obras completas de Ernst
Mach, traducidas del alemán. Esto tenía una
significación política en cuanto la aceptación de la
filosofía positivista de Mach había sido, entre los años
anteriores a la Primera Guerra Mundial, y el Anschluss
(mayo de 1938), uno de los elementos culturales que
habían contribuido decisivamente a apartar a los
marxistas centroeuropeos de los fundamentos dogmáticos
de Marx, Engels y Lenin. Por ello, yo escribí un largo
artículo sobre “austro-marxismo” recabando directamente
información a profesores vieneses. En 1950 cabía suponer
que volverían a repetirse las luchas ideológicas entre
marxistas ortodoxos de un lado (entonces encuadrados en
la disciplina estalinista) y marxistas moderados, no
revolucionarios, de orientación neokantiana o de
metodología positivista.
Los artículos de Sacristán para la Enciclopedia, en
opinión de Pinilla de las Heras, muestran “la apreciable
virtud pedagógica que era uno de sus atributos
personales”. El rasgo destacado informaba incluso las
entradas cortas, como el breve texto de 21 líneas que
dedicó a “Ágora”, que Pinilla de las Heras [7] no
reproduce en su totalidad pero que cuenta del modo
siguiente:
[…] En vez de
limitarse a la semántica y a las referencias empíricas
del término, en pocas frases Sacristán pasa a informar
sobre lo sustantivo: que no todos los habitantes adultos
de Atenas eran ciudadanos con derecho a hablar en el
ágora, portadores de derechos políticos; que la
reunión de los ciudadanos en el ágora implicaba un
gobierno directo de la ciudad en las ocasiones fijadas
para ello; que de otro modo, su reunión en la plaza del
mercado era para hablar de asuntos comunes; que el
ciudadano ateniense no es independiente de la vida y
decisiones de la asamblea (como un ciudadano
contemporáneo nuestro vive independientemente del
Parlamento); que el ciudadano antiguo no podía esgrimir
derechos subjetivos frente a las decisiones de la
asamblea. Por tanto, concluye el texto de Sacristán:
“las marcadas diferencias entre la asamblea popular
antigua y el parlamento moderno obligan a considerar el
empleo del término ágora en las democracias
contemporáneas como puramente retórico”.
No ofrece Esteban Pinilla de las Heras un catálogo
completo de las aportaciones de Sacristán. Ninguna de
ellas fue incluida en los volúmenes que componen
“Panfletos y materiales”. De hecho, no es improbable que
Sacristán, a excepción del artículo dedicado a Kant, no
guardara copia de sus trabajos. Salvo error por mi
parte, casi ninguno de ellos aparece entre las carpetas
y documentación depositada en Reserva de la Biblioteca
Central de la Universidad de Barcelona.
Además de Ágora, rastreando a lo largo de las
páginas del ensayo, cabe citar las siguientes voces o
aportaciones, escritas en su mayor parte entre 1951 y
1954, de las que Pinilla de las Heras, en algunos casos,
da información detallada: “Simone Weil” (pp. 190 y 200 y
ss), “Personalismo” (pp. 190 y 202 y ss) [8], “Libertad”
(p. 190) [9], “Correcciones al “Manifiesto de las
generaciones ajenas a la Guerra Civil” (pp. 112-113);
“Crisis” (p. 123), “Bertrand Russell” (p. 123);
“Montesquieu” (pp. 133 y ss), “Confucio” (p. 207),
“Oligarquía” (pp. 150 y ss), “Formalismo” (pp. 164 y ss),
“Persona” (pp. 190y 201 y ss), “Persona jurídica” (pp.
190 y 201), “Sócrates” (pp. 190 y 219). Sobre este
último, por ejemplo, apunta Pinilla de las Heras:
Una
de las virtudes del ensayo que Sacristán escribió sobre
Sócrates para la Enciclopedia reside en que corrige la
unilateral lectura pedagógico-espontaneísta de la
mayéutica socrática [10] (es decir, Sócrates no confiaba
tanto en la hermosa y perfecta naturaleza humana
impaciente por mostrarse en el comportamiento de cada
adolescente, al conjuro de una sola palabra del
maestro).
Sobre las voces y reseñas que Sacristán dedicó a Simone
Weil y al personalismo, Pinilla de las Heras, al señalar
las “tres causas materiales inmediatas que han actuado…
como estímulo para plantearse la necesidad de realizar
un estudio de la naturaleza del que se ofrece al
lector”, comentaba:
[…] 3) La
enorme resonancia intelectual que ha tenido desde
mediados de 1987, en el mundo anglosajón, el inicio de
la publicación en Londres de las Obras completas
de Simone Weil (en traducción al inglés). Pues acontece
que el Grupo Laye fue el pionero en España y en el mundo
de hablas hispanas, y concretamente en Barcelona, a
principios del decenio de 1950, en el conocimiento,
exégesis y crítica, de las primeras obras editadas en el
original francés, de las que era autora aquella
moralista, combatiente política, mujer y pensadora de
unas cualidades singulares, que fue Simone Weil. Manuel
Sacristán y Gabriel Ferrater publicaron en Laye
extensos comentarios a las primeras ediciones
(obviamente póstumas) de los escritos de Simone Weil, e
incluso Laye llegó a anunciar la confección de un
número monográfico dedicado al estudio de los textos de
quien ya entonces era juzgada como una de las grandes
figuras intelectuales europeas en los tormentosos años
que condujeron a la segunda guerra mundial. Ese número
de Laye no llegó a publicarse, y solamente en
parte se conservan en mis archivos algunos escritos de
Manuel Sacristán que hubiesen podido contribuir a él.
Las circunstancias de la censura española de aquel
período tampoco hubiesen permitido la edición de un tal
volumen. De lo que hay que dejar constancia es de que
hubo un grupo de intelectuales barceloneses (unos,
catalanes de nacimiento; otros, de adopción) que se
percataron de la trascendencia del hecho intelectual e
histórico, con varios decenios de antelación a lo
acontecido después en el ámbito cultural anglosajón. Por
ello, esta prioridad barceloena merece ser destacada, y
es necesario además profundizar en ella. [la cursiva
es mía] [11]
Además de las voces citadas, Sacristán escribió
también un documentado artículo académico, no un texto
de intervención política, sobre el “Pensamiento político
de José Antonio Primero de Rivera” (véase anexo) y un
artículo más largo sobre la filosofía de la historia y
las ideas políticas de Kant [12].
No se
trata de dar cuenta aquí de todas estas aportaciones
pero sí de mostrar algunas de sus pasos más
singulares. Por ejemplo, en su aproximación a la
filosofía política de Montesquieu apuntaba Sacristán
en torno a su noción de virtud republicana:
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